A partir de los años 60 se comenzó a usar el concepto de inversión sostenible con la intención de promover buenas prácticas socioambientales, bajo los criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza corporativa, por sus siglas en inglés). El objetivo era influir en las empresas para que incluyeran en sus obras y carteras de proyectos acciones directas que contribuyeran a mejorar el medioambiente y las relaciones con las comunidades.
En 2005 la ONU puso en marcha los Principios para la Inversión Responsable, basados en los criterios ESG. Desde entonces, cada vez son más las inversiones que responden a estos principios, con el objetivo de mejorar la rentabilidad económica de manera sostenible.
Los criterios ESG, permiten seleccionar sobre qué activos realizarán inversiones sostenibles, evaluando las variables ambientales, sociales y de gobernanza corporativa, no solo tienen que considerar los detalles financieros, sino también los aspectos que pueden incidir en la valoración de la inversión a futuro, porque el interés superior es combinar la rentabilidad económica y los riesgos a largo plazo.
Los negocios deben evaluar los criterios de ESG junto con los indicadores económicos de forma cohesionada como un todo, en favor de la flexibilidad y la amplitud. De esta forma, dan lugar a su adaptabilidad en cualquier etapa o momento a futuro.
Destaca la preservación del planeta y el cuidado del medioambiente con la participación plena de los accionistas en temas tan importantes como: ecotecnología, salud, acceso al agua potable y uso de tecnologías no contaminantes, el interés de las empresas por alinearse a los criterios ESG sigue aumentando, debido a la gran aceptación que tiene en los consumidores este tipo de iniciativas, lo que genera un importante valor agregado para sus productos y marcas.
Al ver este tipo de iniciativas, los gobiernos locales y regionales crean leyes y normas que generan oportunidades de expansión en las empresas, brindándoles prestigio y una fuente de ingresos mayor.
Años atrás, la responsabilidad social era considerada como un gasto para el rendimiento económico de las empresas, sin embargo, con el correr de los años, quedó demostrado que, lejos de ser así, los principios de responsabilidad social pueden potenciar las ganancias de una compañía.